domingo, 3 de noviembre de 2013

"Es como no entender nada y sentirse en el piso"

Aún estoy en el proceso de aceptación, o algo así como medio escapando, medio tratando de pararme... Mi abuela, quien hizo de madre, compañera, consejera, etc., falleció. Se nos fue de forma abrupta, inesperada, rápida, sin muchas explicaciones más que la de la vida es frágil o nosotros como seres somos frágiles, y no nos damos cuenta como en nosotros mismos tenemos amenazas silenciosas que en un abrir y cerrar de ojos puede hacer que nuestro estado y el paradigma de nuestro alrededor cambie.

Honestamente, he repasado en mi cabeza mil y una vez (gracias a las rumiaciones) lo que he armado de sus últimos momentos, y siento que debieron ser más lindos, pero sé que al final, lo fueron, sé que de alguna manera ella siempre estuvo lista para irse, no dejó cuentas pendientes con nadie en la familia, se fue sin rencores, con mucho amor, se fue sin miedos, de eso sí estoy segura. Sin embargo, sigue siendo complicado, viví con ella mis 25 años. Soy lo que soy en gran parte por ella, por sus cuidados en mis primeros años; soy lo que soy gracias a sus valores, que trató de enseñarle a cada uno de mis tíos y primos, pero sigue siendo difícil, la casa está lleno de ella, cada espacio está lleno de recuerdo y conversaciones, una que otra risa tonta o una anécdota, sigue siendo difícil continuar viendo todo sin ella ahí.

 De todas las cosas que puedo decir de ella, y que siempre he dicho es que la amo, que siempre he estado agradecida por todos sus cuidados, su dedicación, que no importa cuán distinto pensáramos, siempre llegábamos a puerto; siempre tuvo cariño para todos los que llegaban; generalmente de buen genio (al menos en los últimos 20 años); siempre buscando el lado bueno de las cosas, para ella el pasto no era más verde donde el vecino, sino en su propio patio; inquieta como ella sola, imposible de parar, imposible de sentar; no le gustaba molestar a nadie, no le gustaba pedir favores. Siempre decía que daba lo mismo ser pobre, pero había que ser honrado; no importa no tener ropa nueva, pero siempre tiene que estar limpia. Me dijo mil veces, recuerda siempre hay que ser humilde... De palabras precisas y silencios aún más intensos...

Mi abuela, la de los mejores abrazos pequeños, la de los besos en la frente, que luego eran mis besos a ella en su frente; pequeña de porte y muy grande en corazón y espíritu... la que había empezado a tener problemas de memoria, la que nos preguntaba 3 veces si habíamos comido algo, 4 si queríamos tomarnos un té, 3 si ponía la mesa, 5 sí habíamos sabido algo del niño o la niña, 3 sí el Liyito había comido algo o lo había comido todo... 3 sí teníamos que salir, 4 sí podíamos echar a lavar ropa... y entre medio de eso un puñado de historias sobre porqué era la Chola o no se llamaba Olga, pero le decían así; de cómo era su campo querido, de su madre amada, de lo duro de su tío, pero lo mucho que siempre la quisieron; de lo que fue casarse y sentirse rechazada (como eran otros tiempos); de cómo fue no tener para darle a sus hijos, pero que hizo todo lo humanamente posible por hacer de ellos quienes son hoy.

Me quedan las conversaciones a la pasada en la cocina o comedor, de cómo comer su plato era algo para lo que se tomaba el tiempo y mucha comida era impensado para ese estómago de pajarito. Me queda su preocupación antes de salir, sus bendiciones cuando me iba a cualquier lugar, su ánimo increíble, sus ojos llenos de orgullo y lágrimas por cada uno de mis logros y el logro de mis familiares.

Sé que era una mujer extremadamente orgullosa de su familia, de lo que ella armó, pero lo suficientemente sabía para perdonar errores y seguir con lo bueno que tenían las cosas, sé que era una mujer que con los años se abrió a las risas, a los chistes y a las malas palabras porque no era tan difícil "llegar diciendo huevadas" y hacer que ella se sonrojara, se riera y nos siguiera la corriente. Porque no sé quien me va a decir que de comer tanto huevo me voy a poner simpática, y que no sé a quién le voy a responder que en realidad me pondré huevona para que se ría, no sé quien me dirá que la güifa no está o que la niña quiere un té... que no importa ella, que importan los demás.

No sé a quién voy a abrazar en las mañanas de los lunes o las tarde de los miércoles, porque ya no te podré invitar al departamento al que me cambio, porque no podré ver tu cara al mostrarte las tonteras que compramos y que muchas de esas eran para cocinar lo que me enseñaste, o siempre que hacía te daba primero a ti.

Pero al final de todo esto, solo puedo decir que no cabe más gratitud en mí, que estoy agradecida desde el principio y hasta el final, que estoy feliz de todo lo que recuerdo, que estoy tranquila, pero que me queda seguir, qué me pararé, porque no importa cuántas veces te caigas siempre hay que volver a pararse...Y en eso estoy, con el ánimo por el piso, pero agradeciendo lo que dejaste, agradeciendo el apoyo de mis cercanos, agradeciendo el amor que me llena el pecho... sin entender mucho... pero pronto de pie.